La UE celebra el día de Europa inmersa de lleno en su propia transformación y adaptándose al segundo año de guerra

  • Los 27 buscan seguir apretando a Rusia y apoyando a Kiev mientras capean la crisis económica.
  • La Unión acepta entrar en una nueva era de la Defensa con muchos deberes por hacer.
Varias personas ondean banderas ucranianas y de la Unión Europea (UE), durante una concentración a favor de la integración de Ucrania en la UE.
Varias personas ondean banderas ucranianas y de la Unión Europea (UE), durante una concentración a favor de la integración de Ucrania en la UE.
EFE
Varias personas ondean banderas ucranianas y de la Unión Europea (UE), durante una concentración a favor de la integración de Ucrania en la UE.

Son las crisis y los grandes retos los que moldean las personalidades, y eso mismo es lo que le sucede a la Unión Europea, que está teniendo que gestionar, sin tiempo casi para asimilarlo, su propia transformación. Así llega el 9 de mayo, día de Europa; con un proyecto nacido para la paz que se ha encontrado con la guerra como electroshock y que marca por segunda vez este día en el calendario mientras a sus puertas sigue el conflicto (y parece que seguirá durante bastante tiempo). Lo que fue un golpe de primeras ahora ya es una exigencia. La UE ha asumido la realidad.

Si el primer año de invasión rusa de Ucrania sirvió, fundamentalmente, para que la UE entendiera que su dependencia energética de Moscú era un peaje demasiado caro, y plantase cara a Putin a través de 10 paquetes de sanciones, este segundo -que arrancó el pasado 24 de febrero- es el de la confirmación de que no hay vuelta atrás para la Unión. Y esa nueva era rota sobre tres pilares fundamentales: el energético, que es un camino largo y exigente; el de la Defensa, porque ya no se puede pensar en clave paz duradera; y el de la economía, con una clara intención de abandonar las recetas de la crisis del 2008 y dar continuidad al libreto abierto con la pandemia de Covid.

Una vez pasado el (primer) invierno los Estados miembros se han dado cuenta de que si bien despegarse de la dependencia rusa no es tarea fácil la suerte les ha sonreído. Un invierno suave ha servido para que el problema no fuese tan exacerbado, lo que por otro lado ha conseguido reducir el descontento social en ese sentido. Pero las facturas -de los hogares y de los países- siguen siendo altas. Así, queda pendiente que en las próximas semanas la Comisión Europea ponga sobre la mesa de los 27 una propuesta para la reforma del mercado energético. Algunos socios como España o Italia aprietan para que sea lo más ambiciosa posible. Otros, como Alemania, Países Bajos o los nórdicos, no quieren ni oír hablar de intervencionismo.

La lucha contra el cambio climático es una de las prioridades más firmes de Bruselas, pero los últimos quince meses han sido también una llamada al pragmatismo. Y es que la UE primero tiene que tapar las fugas para después reconstruirse sobre bases nuevas. Se ha dado continuidad a medidas importantes, como la excepción ibérica (hasta finales de este mismo año) y el Parlamento Europeo insiste en la necesidad de seguir por esa línea. Es aquí donde entra en juego la llamada autonomía estratégica: la Unión ha comprendido que tiene que valerse por sí misma en temas en los que hasta ahora miraba hacia socios que, como se ha visto, no son demasiado fiables.

El energético no es el único punto que entra en juego, sino que los ojos se han posado también en la industria de la Defensa. La UE se construyó para conseguir, y ha conseguido, tiempos de paz, pero cuando la guerra sirve como aviso la mentalidad cambia. Y eso es lo que ha sucedido. Valen dos ejemplos: la ayuda militar prestada a Ucrania, pero sobre todo la idea robusta -o así lo dicen los líderes- de reactivar las capacidades defensivas de Europa como bloque. 

Por eso la Comisión ha lanzado un paquete de 500 millones en este sentido para fabricar munición y que el bloque active el modo "economía de guerra". Este es un paso relevante, pero solo el primero porque como sucede con la energía la Unión tiene que corregir décadas de si no dejadez al menos desinterés en un área que se ha vuelto capital. "Es necesario impulsar la base industrial para cambiar el paradigma y que la industria de la Defensa pase a un modo de economía de guerra entre comillas", comentó el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton.

Una nueva era de la Defensa europea

La Unión acepta entrar en una nueva era de la Defensa con muchos deberes por hacer y ya lo avisó Josep Borrell: han sido muchos años dependiendo de Rusia para la energía, de China para los negocios y de Estados Unidos para la Defensa. La hoja de ruta de los próximos años -elecciones europeas de 2024 mediante- parece claramente dirigida a redimirse de ese escenario. Algunas pistas se han dado, como la misión de entrenamiento las tropas ucranianas o la luz verde por primera vez en la historia en un conflicto activo del Mecanismo Europeo para la Paz, precisamente para vehicular el apoyo militar a Kiev en plena guerra.

El avance sobre la fabricación de munición, de hecho, es la tercera pata del plan de la UE para abordar compras conjuntas de munición que sirvan al mismo tiempo para apoyar a Ucrania y también para reponer las existencia de los Estados miembros. Eso sí, no ha estado exenta de discusión entre los 27: algunos socios, sobre todo Francia, pedían que fuera munición de producción exclusivamente europea, mientras que un bloque liderado por Polonia veía con buenos ojos recurrir a terceros países. Al final el acuerdo se basa en que "la mayoría" de esa munición se made in Europe.

Pero los avances llevan aparejados a veces importantes sacrificios y una UE acostumbrada a la policrisis no se escapa de tener que gestionar de nuevo una situación económica muy complicada. Todos los Estados miembros están teniendo que lidiar con niveles muy altos de inflación (especialmente en el caso de los Bálticos), pero también con reformas muy exigentes que han elevado el descontento social. De esto el caso más claro es Francia, donde se encadenan semanas de manifestaciones por la nueva ley de pensiones que amplía a los 64 años la edad de jubilación. Eso incluso en un escenario en el que Bruselas aboga por soluciones en común, contra lo que se hizo en la Gran Recesión.

El 9 de mayo está pensado para conmemorar la Declaración Schuman, que puso negro sobre blanco las bases para una paz tras décadas de guerra. La UE no ha desandado ese camino, pero desde fuera le han avisado de que no es tan difícil perder lo construido. La de Vladimir Putin ha sido una llamada de realismo, una invitación muy clara para que la Unión quiera ser más autónoma y, por lo tanto, más decisiva. Tiene deberes, pero de momento en Bruselas asumen que se han ido aprobando algunos exámenes con nota. Solo el tiempo dirá cómo acaba esta transformación.

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